Solo quien experimenta una pérdida que considera importante sabe el dolor que se siente. No se trata de drama, de exageración o de sobreactuar; se trata de atravesar un duelo por algo que ya no está ni estará… al menos, no como antes. En este caso, un duelo financiero.
Hacemos duelo por todo aquello que perdemos y que es importante para nosotros: seres queridos, cosas materiales, sueños, ilusiones y, por supuesto, dinero. El duelo es un proceso natural de sanación para la mente y las emociones.
Cada quien vive el duelo a su manera: en soledad o compañía, en silencio o hablándolo, llorando a cántaros o sin derramar una lágrima, comiendo en exceso o perdiendo el apetito, durmiendo mucho o con insomnio total.
Este fue el inicio de mi duelo financiero, que al comienzo, lo lloré en soledad. Luego, lo hablé mientras lloraba, y después, seguí llorando mientras escribía. Así es, yo soy de las que lloran, y lo hago con plena conciencia de que es parte fundamental de mi proceso de sanación emocional por lo sucedido.
Me permito vivir mis duelos desde que escuché al psicoanalista Fernando Ángel decir: “No hay peor negocio que un duelo no vivido,” porque el duelo no desaparece, no “se pasa,” no “se olvida.” Un duelo que no se vive en el momento, se esconde por un rato, pero tarde que temprano, vuelve a surgir. A eso se le conoce como un “duelo enquistado.”
Así que, aunque solo quería escapar de todo ese dolor e incomodidad que sentía por dentro, tenía muy claro que no iba a dejar mi duelo para después (¡no, gracias!).
Con el dinero perdido, se fueron mis ilusiones y la esperanza, y llegaron la culpa y el autocastigo. Inicialmente, sentí mucho enojo, así que empecé a culpar a la vida por lo sucedido. Sentía que la vida me había fallado. “Qué injusta es la vida,” pensaba. “¿Para qué tanto esfuerzo si al final todo me lo arrebatarán de las manos? ¿Qué sentido tiene hacer… para qué seguir?”
Después, esa voz en mi cabeza, la que solo quiere hacerme daño, comenzó a hablar: “Qué irresponsable fui” “Es inaceptable que haya hecho esto,” “Sabía lo que debía hacer, pero no lo hice,” “Qué bruta, qué farsante, qué estúpida” “No eres buena para esto” “No eres, ni serás capaz” “¿No soy digna, no soy merecedora?” “¿Por qué me pasa esto?” “¿Por qué justo cuando sentía que estaba cosechando los frutos de mi esfuerzo?” “¿Acaso no me lo merezco?”
Y en ese momento, una tristeza profunda me invadió…
No quería volver a hacer ejercicio; quería irme de viaje, gastar todo el dinero que me quedaba y comer todo lo que no debía. Quería hacer todo lo que, en el futuro, me volvería aún más miserable: una mala forma física, mala salud y peor situación financiera.
Así Enfrenté la Etapa Inicial de Mi Duelo Financiero
Algo que me ayuda mucho en esos momentos donde quiero hacer cosas impulsivas, o donde solo quiero “darme palo” o “darme látigo” por lo sucedido, es entender que, en situaciones como estas, la mente, por su naturaleza, busca formas de hacer más daño a través de pensamientos, reacciones y decisiones. De nuevo, no es culpa de la mente; es simplemente su naturaleza.
La mente busca formas de autocastigo como intento de solución o alivio a la culpa y el arrepentimiento que sentimos por esos errores, fallas o malas decisiones que tomamos (como si existiera una fórmula para jamás equivocarse, ¡Qué ridiculez! Si la vida justamente se trata de probar… pero bueno). Por eso, comenzamos a tratarnos mal, abandonamos lo que nos hace bien y empezamos a hacer lo que nos hace más daño.
Por eso, aun en medio del dolor, tenía muy claro que debía mantener lo básico para mi bienestar: actividad física, buena alimentación, presupuesto y escribir.
Lo que tengo claro y lo que no
Pero… ¿y mis proyectos? Bueno, se vale hacer pausas, y este momento lo amerita. Porque cualquier proceso de sanación requiere de tiempo para poder tener una buena recuperación.
Pero… ¿y los planes de mudanza y los cambios que quería hacer? Mmm eso no lo tengo claro, me siento en zona oscura, opaca y neblinada que no me deja ver ni pensar qué es lo que debo hacer, así que por ahora, la respuesta a esa pregunta es “No lo sé…”. Y aunque me preocupa y frustra, supongo que es cuestión de tiempo para que se aclare el camino, o no? La verdad, no lo sé…